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Educación Intercultural Bilingüe
EIB - La Pampa

Un grito en el silencio

Pozo del Cuadril y otras narrativas del genocidio rankül

Tal como se expresa en el documental indígena Rankülche Rüpü el día 26 de octubre de 1878 el Estado argentino llevó adelante el fusilamiento masivo de 60 rankülches capturados y el envío de las familias a realizar tareas domésticas y de esclavitud en la zafra tucumana. Esta acción traicionó un Tratado de paz firmado entre la Nación rankülche y el Estado argentino apenas tres meses antes. Este aniquilamiento fue el puntapié inicial de lo que posteriormente se conoció como la “Conquista del desierto”. La Modalidad de Educación Intercultural junto con el Programa Memoria en Cuerpo Presente comparten un abordaje posible de la efeméride.

Reflexiones acerca del lugar de la educación en el abordaje de los genocidios

La enseñanza de estos temas nos enfrenta con situaciones especialmente complejas en términos de qué, cómo y para qué enseñar experiencias límites cargadas de horror que han dejado innumerables huellas en las sociedades. Para ello, nos valemos de la pedagogía de la memoria

Contemplar lo que sí podemos construir y cimentar en pos de una ciudadanía respetuosa de los derechos humanos es también parte de nuestro rol ético-político y de nuestra responsabilidad como docentes.

Como educadores y educadoras, resulta importante tener en cuenta las etapas previas y posteriores al exterminio en sí, porque desde nuestra tarea podemos generar prácticas preventivas y propiciar acciones tendientes a la construcción de bases democráticas cada vez más sólidas. Contemplar lo que sí podemos construir y cimentar en pos de una ciudadanía respetuosa de los derechos humanos es también parte de nuestro rol ético-político y de nuestra responsabilidad como docentes.

Qué es y qué se entiende por genocidio

El término genocidio fue acuñado por el jurista polaco Raphael Lemkin en 1944, en la búsqueda de darle nombre a lo sucedido durante el nazismo. Se trata de un neologismo compuesto por el prefijo griego genos (raza, tribu) y el sufijo latino cidio (aniquilamiento). Lemkin definió el crimen de genocidio como “la aniquilación planificada y sistemática de un grupo nacional, étnico, racial o religioso, o su destrucción hasta que deja de existir como grupo”. Explicaba que dicho crimen no significaba necesariamente la destrucción inmediata y total de un grupo, sino también una serie de acciones planificadas para destruir los elementos básicos de la existencia grupal, tales como el idioma, la cultura, la identidad nacional, la economía y la libertad de sus integrantes.

Esta noción fue aprobada en 1948 por la Convención para la Sanción y Prevención del Delito de Genocidio por parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Convención aprobada contempla que: “(...) se entiende por genocidio cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, tales como:

(a) exterminio de miembros de un grupo;

(b) atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros de un grupo;

(c) sometimiento deliberado del grupo a condiciones de existencia que puedan acarrear su destrucción física, total o parcial;

(d) medidas destinadas a impedir los nacimientos en un grupo;

(e) traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

Pensar la “Conquista del desierto” desde la categoría de genocidio

El investigador argentino Daniel Feierstein, el “genocidio” es un proceso y no un mero acto, por lo que sería necesario indagar en las formas en que se desarrolla la matanza masiva de poblaciones. Es decir, comprender el “marco social e histórico” que hace posible la perpetración de un exterminio masivo de población.

¿Y por qué es importante pensar al genocidio como un proceso y no como un acto aislado? Porque de este modo tenemos la posibilidad de reconocerlo en sus etapas previas a las masacres propiamente dichas y podemos advertir factores de riesgo que podrían desembocar en atrocidades masivas y aplicar acciones o cambios sociales tendientes a que el proceso se detenga.

De este modo, los genocidios son aquellas matanzas masivas planificadas desde el Estado que redefinen la identidad de una sociedad, estableciendo nuevas relaciones sociales y nuevos patrones identitarios, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante de la población y extendiendo el uso del terror hacia la sociedad civil en su conjunto.

La Masacre de Pozo del Cuadril: Inicio de la conquista ilegal del territorio ranquel

Cuando eran soberanos, los rakülches concretaron por lo menos diez tratados de paz. La relación de los rankülches con el Estado nación en formación se daba en el marco de negociaciones, pactos y acuerdos permanentes, muchos de los cuales no fueron cumplidos por el Ejército Argentino. El último tratado se firmó en 1878, donde lo pactado fue parte de la estrategia del gobierno argentino para ganar tiempo en la preparación de la “gran expedición al desierto” y que culminó como una masacre a las familias rankelinas.

Esta ruptura del pacto o la traición a los rankülches 1878 se dio cuando una comitiva liderada por Yankamil partió hacia Villa Mercedes, San Luis, en busca de lo pactado años atrás con Julio A. Roca: alimentos, mercadería e instrumentos de labranza, sueldos para los principales caciques, ganado en pie y los denominados “vicios”.  Sin embargo, la comparsa formada por más de 100 rankülches, entre ellos, hombres, mujeres y niños, fue atacada en noviembre por Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino, en la zona de Pozo del Cuadril, a algunos kilómetros de Villa Mercedes.

Allí se los apresó y encerró en un corral para posteriormente fusilarlos. Las familias fueron desmembradas y el lonko Yankamil fue herido y puesto en prisión junto a otros sobrevivientes. Así, sin declaración de guerra, comienza la ofensiva.

¿Cuáles fueron las “justificaciones” y representaciones sobre los indígenas en el pasado y ahora?

Esta masacre, llevada adelante por el Estado argentino, debe ser leída en un contexto de cambio de paradigma en las relaciones entre la nación rankül y el Estado, en el que a partir de las políticas de enfrentamiento militar, confinamiento, deportación y reparto de tierras y mano de obra –familias completas– se materializó la idea de borrar la identidad indígena del territorio nacional y construir una nación blanca y cristiana.

Para el proyecto nacional civilizatorio, el denominado “problema del indio” implicaba para el gobierno nacional la eliminación física y cultural del indígena como actor social dentro de la construcción de la identidad  nacional. Esto supuso la destribalización y desarticulación de la organización comunitaria de los pueblos indígenas y la conversión de “seres útiles” para incorporarlos a: las Fuerzas Armadas; el mercado de trabajo en la economías regionales de plantaciones; y, en el caso de mujeres y niños, para el mercado doméstico.

En paralelo a estos procesos de sometimiento, confinamiento, deportación y reparto de indígenas, el Estado nacional implementó políticas simbólicas, a partir de discursos y acciones que crearon y reprodujeron la representación de un “país libre de indios” a partir de su extinción en las campañas militares. En estos discursos se dio un borramiento de las identidades indígenas que supuso la invisibilización de estos grupos sociales y al mismo tiempo la estigmatización del indígena a partir de los calificativos ladrón, vago y peligroso que justificó su eliminación.

¿Cuál fue el crimen de los ranqueles?, se pregunta María Inés Canuhé y relata que “quizás el mayor crimen era el domingo territorial de vastas planicies ideales para la agricultura y cría de ganado, tal vez fue el pensamiento de que la tierra es nuestra madre y no nuestra posesión…o quizás se quiso borrar de la conciencia de los vencedores la verdadera razón del geniocidio, justificándose como si limpiaran el nuevo país eliminando la basura y así no sentir arrepentimiento ni vergüenza por los crímenes cometidos”

En 1970, el líder Germán Canuhé, reflexionó por hechos que ocurrieron en Colonia India Emilio Mitre en esa misma década e interpreta que el blanco los sigue viendo como indios, que la causa sigue vigente, que el pensamiento indio que se quiso hacer desaparecer hasta por decreto en el Centro de Argentina por considerarlo el “verdadero enemigo a vencer”, está más vivo que nunca. En 100 años de sometimiento no pudieron superarlo y vuelve ahora de la mano de indios y no indios.

En resumen, con objetivo de incorporar las tierras al control nacional como un recurso fundamental, para buena parte de la elite argentina era indispensable terminar con la existencia de grupos indígenas constituidos como tales –esto es, en agrupaciones autónomas Así, toda la maquinaria estatal –de la cual la militar constituyó sólo una parte- se puso a disposición de eliminar, aunque no físicamente a la totalidad de la población, sí a las sociedades indígenas como tales.

Recursos y fuentes de información para la enseñanza

Rankülche Rüpü. Cap. 9 (Sugerimos a partir del min. 16)

Rankülche Rüpü. Cap. 12 (Sugerimos a partir del min. 11)

Villa Mercedes, Historia De Mi Ciudad- Matanza de Ranqueles en Pozo del Cuadril en 1878

Siempre estuvimos aquí: conversaciones con el pueblo rankül- Sugerimos el cap. 3 La desarticulación de los pueblos indígenas y las prácticas genocidas de fines del siglo XIX

Siempre estuvimos aquí: conversaciones con el pueblo rankül - Sugerimos el ejercicio “La vida de Yankamil. Memoria de la resistencia, supervivencia y reconstrucción de la vida comunitaria en las pampas”

Análisis de fuentes históricas:

La antropóloga Diana Lenton señala que

Entre la documentación escrita, los registros de prensa sobre la llamada “matanza de Pozo del Cuadril” son un ejemplo ilustrativo. En noviembre de 1878, en los inicios de las campañas, un grupo de familias ranqueles se aproximó a la ciudad de Villa Mercedes, en San Luis, con la que tenía antiguos vínculos sociales y económicos, para cobrar las raciones prometidas de un tratado de paz firmado apenas tres meses antes con el gobierno federal. Estas raciones eran la compensación ofrecida por el Estado a cambio de la reducción de los espacios de cacería, pastoreo y/o siembra de las tribus. Sin embargo, el teniente Rudecindo Roca, a cargo de esa sección de la frontera, los atacó a traición, tomando numerosos prisioneros. De ellos, las mujeres y niños fueron enviados a Tucumán como mano de obra forzada, y los sesenta varones fueron fusilados en un corral. Este hecho fue debatido y denunciado en la prensa de la época, mereciendo espacio en los diarios El pueblo Libre de Córdoba y La Nación de Buenos Aires, cuyos editorialistas no dudaron en calificarlo, ya en ese momento, de “crimen de lesa humanidad.

 


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